Friday, December 21, 2012

EUGENESIA

Por Esteban Rodríguez Martín portavoz de Ginecólogos DAV, Presidente de la Comisión Deontológica de Ginecólogos DAV, Portavoz de la Plataforma de Ginecologos por el Derecho a Vivir y miembro de CíViCa.- Publicado en infocatolica.com el 13 de Novimbre de 2012

Una de las premisas para ofrecer un diagnóstico prenatal cada vez más precoz a toda la población de embarazadas está basada en el miedo

Algunos sectores de la ginecología que viven de la eugenesia han decidido entrar en política para tratar de impedir que el Gobierno siga adelante con sus planes de proteger la vida del paciente embriofetal, de manera que siga siendo posible su eliminación. Para ellos, los seres humanos fetales más graves, ya no serian pacientes, sino desechos reproductivos que deben ser eliminados en aras del progreso, del derecho de autodeterminación de la madre y en beneficio de la sociedad.

La semana pasada, un importante diario de corte izquierdista, se hacía altavoz de la iniciativa de dos ginecólogas dedicadas al diagnóstico prenatal que han promovido una movilización de la profesión en defensa de la «ley Aido» mediante la solictud de adehesión a un manifiesto que han elaborado. Las promotoras de esta iniciativa son Pilar Martínez Ten, que actualmente centra sus trabajos de investigación en la Clínica Delta en el análisis ecográfico tridimensional del fenotipo de los seres humanos con cromosomopatía y otros síndromes, y Begoña Adiego, también trabajadora de Clínica Delta y dedicada al diagnóstico prenatal.

Dice el conocido diario que han conseguido 645 firmas de profesionales dedicados al mismo negocio de la detección precoz de anomalías, que podría verse perjudicado si eliminar a los pacientes fetales no fuese legal. En el documento redactado por estas ginecólogas y que ha sido entregado a Fernando Román, Secretario de Estado de Justicia, se dice, entre otros tópicos, que «la decisión de interrumpir el embarazo causa mucho sufrimiento. Si la ley no permite la interrupción de la gestación en estos casos [de anomalías fetales graves], a la dramática situación se sumará el desamparo legal que sufrirán las gestantes». Pero más bien lo que les preocupa es una disminución en la demanda de los servicios que prestan y la persecución por la justicia de todos esos licenciados que asesoran en el sentido de eliminar a los pacientes graves y a aquellos que terminan por cometer el feticidio. De estar realmente preocupados por las mujeres tendrían en cuenta que al drama de tener un hijo con anomalías pretenden sumar el trauma de su eliminación intencionada.

Una de las premisas para ofrecer un diagnóstico prenatal cada vez más precoz a toda la población de embarazadas está basada en el miedo. Los defensores del diagnostico prenatal abortista entienden que la población cada día accede más tarde a la maternidad y cada vez se tienen menos hijos al ser promocionada la ideología de la planificación familiar. Como se tienen pocos hijos y a edades avanzadas, la población demanda que se le garantice la «normalidad», sostienen. En efecto, la maternidad tardía hace que la probabilidad de anomalías fetales aumente y el temor a tener un hijo discapacitado justificaría para ellos la necesidad de ofertar el diagnóstico prenatal «para decidir» a toda la población gestante.Su universalización, raiz del negocio, se justifica por la dificultad establecer verdaderos factores de riesgo.Para ellos, el riesgo es equivalente ser mujer embarazada, de manera que sostienen que «todo feto es un malformado hasta que no se demuestre lo contrario».

Con este alarmismo tremendista se promueve el miedo a la enfermedad y al sufrimiento, para generar demanda, desde los sectores de la ginecología que viven de la eugenesia y que ahora ven amenazado su negocio si se pretende proteger la vida de todo paciente fetal eliminando cualquier tipo de discriminación por razón de edad o de salud. Si no se pudiera eliminar al enfermo, la razón de ser del diagnóstico prenatal sufriría un gran varapalo.
Especialmente elocuente sobre el negocio de la eugenesia a través del diagnóstico prental universal es lo que se dice en la introducción del libro «Nociones para el Diagnóstico Prenatal de Malformaciones Embrionarias y Fetales» publicado en enero de 2011 por José Bajo Arenas, siendo presidente de la SEGO y Joaquín Díaz Recasens, siendo presidente de la sección de ecografía de la SEGO. Destacamos la declaración de intenciones eugenésicas que mueve oficialmente a estas sociedades: «La ventaja de diagnosticarlos tempranamente en el primer trimestre radica, como es simplemente deducible, en la mayor facilidad y menor riesgo de interrumpir la gestación» (pag.7)

En España, en último año fueron eliminados unos 3300 seres humanos tras el diagnóstico prenatal bajo el supuesto eugenésico, la cifra asciende a 11000 si computamos los últimos cuatro años, y a 45000 si lo hacemos desde 1985 en el que comenzó la despenalización de este supuesto. Son pocos si los comparamos con los abortos por otras causas, sólo suponen un 3% del total, pero de ellos el 100% de sus madres pasaron por el negocio del diagnóstico prenatal eugenésico. Curiosamente, la probabilidad de que en la naturaleza se dé una malformación congénita (leve o grave) es de ese mismo 3%. Ello quiere decir que en el 97% de las mujeres que acuden a estos negocios todo será normal, pero todas acuden a ellos y muchas con la intención de poder eliminar al hijo en caso de que se le diagnostique algún defecto. ¡Un gran negocio a pesar de que «sólo» aborten el 3%! Algunos feticidios serán directamente acometidos en las unidades que se encargan de su detección, otros nutrirán los establecimientos del aborto y la contracepción por recomendación de los primeros.

Las ginecólogas promotoras de la iniciativa apelan a los conocidos tópicos de los abortistaspro-decisión para seguir generando miedo. Apelan al tópico de que abortar es una «decisión muy difícil», que «obligar» a tener un hijo que nacerá con discapacidad o corta esperanza de vida supone mucho «sufrimiento», que tendrán que «irse a otros países» en los que la vida no esté protegida, que aumentaran los «abortos clandestinos» aunque por personal cualificado que los harán al margen de la ley, que los que cometan el crimen (madres y ginecólogos) quedararán en «desamparo legal», que por «compasión» es preferible «interrumpir» la vida de una persona que morirá pronto, que nacera con gran discapcidad o que necesitará de ingentes recursos para su cuidado.

Sin embargo, todos estos argumentos no son de tipo médico ni racionales, sino políticos o emocionales, es más; son contrarios a la deontología médica y por supuesto no son representativos del sentir de la profesión sino de un sector que vive de ello y que es presa fácil del espíritu que domina, con mentiras, al mundo.

Wednesday, December 19, 2012

RELATIVISMO Y LIBERTAD

Creo que todos somos conscientes de la gravedad de la crisis económica que estamos atravesando, pero en la actualidad muchos estamos convencidos que no se trata sólo de una crisis económica, sino bastante peor, de una crisis de valores. Estamos ante un enfrentamiento entre dos modelos sociales contrapuestos: el modelo basado en la cultura del relativismo, asentado en esa doctrina conforme a la cual la sociedad debe construirse a partir de una exaltación de la libertad basada en la supresión de obligaciones y responsabilidades, y el modelo basado en la defensa de una serie de principios y valores morales, que son los que hacen posible la convivencia.

El relativismo intenta crear un nuevo tipo de ciudadanos, buscando liberar al hombre de sus ataduras más profundas, incluso las ligadas con la propia naturaleza humana. Se trata de realizar una libertad sin obligaciones ni responsabilidades, en la que el eslogan es “la Libertad os hará verdaderos”, que contradice al de Jesucristo “la Verdad os hará libres” (Jn 8,34).

Para el modelo basado en la cultura relativista, Dios no existe y la negación de la dimensión religiosa es el presupuesto necesario para poder construir el modelo de hombre y la edificación de la sociedad que se quiere realizar. No hay valores objetivos y en consecuencia el máximo elogio que se puede hacer de una persona en la hora de su muerte es que fue una persona coherente y consecuente con sus principios, pero éstos, es él mismo quien los determina y establece. Esto lleva a concluir que mi conciencia es el criterio último de moralidad, pues por encima de mí no hay ningún criterio objetivo, pues el Bien y el Mal en cuanto tales no existen, por lo que incluso el comportamiento racista sería bueno si el racista lo fuera sinceramente y terminaríamos en que no podríamos hacer ningún juicio sobre el comportamiento moral de los demás.

De hecho esta exaltación extrema de la libertad lleva a la negación de la democracia y al totalitarismo. Creo por ello que el diálogo a fondo con los relativistas es prácticamente imposible, pues no aceptan lo que es la base de la democracia: el ser humano tiene una dignidad intrínseca e inalienable, que ha de ser protegida y respetada.

En cambio, en la concepción cristiana, “solamente la libertad que se somete a la verdad conduce a la persona humana a su verdadero bien. El bien de la persona consiste en estar en la verdad y en realizar la verdad”… “De prestar oído a ciertas voces, parece que no se debiera ya reconocer el carácter absoluto indestructible de ningún valor moral. La fuerza salvífica de la verdad es contestada y se confía sólo a la libertad, desarraigada de toda objetividad, la tarea de decidir autónomamente lo que es bueno y lo que es malo. Este relativismo se traduce, en el campo teológico, en descon¬fianza en la sabiduría de Dios, que guía al hombre con la ley moral. A lo que la ley moral prescribe se contrapone las llamadas situaciones concretas, no considerando ya, en definitiva, que la ley de Dios es siempre el único verdadero bien del hombre”… Por el contrario la fe cristiana “trata de guiar a todos los fieles en la formación de una conciencia moral que juzgue y lleve a decisiones según verdad” (Encíclica de Juan Pablo II Veritatis Splendor, nº 84 y 85).

Una auténtica democracia es posible solamente en un Estado de derecho, en el que es soberana la ley y no la voluntad arbitraria de los hombres, y sobre la base de una recta concepción de la persona humana, basada en el respeto a su dignidad. El totalitarismo nace de la negación de la verdad en sentido objetivo. “Si no se reconoce la verdad transcendente, triunfa la fuerza del poder, y cada uno tiende a utilizar hasta el extremo los medios de que dispone para imponer su propio interés o la propia opinión, sin tener en cuenta los derechos de los demás”…“La raíz del totalitarismo moderno hay que verla, por tanto, en la negación de la dignidad transcendente de la persona humana, imagen visible de Dios invisible y, precisamente por esto, sujeto natural de derechos que nadie puede violar: ni el individuo, el grupo, la clase social, ni la nación o el Estado” (Encíclica de Juan Pablo II Centesimus annus, nº 44).

El Papa actual tiene ideas muy claras sobre los peligros del relativismo. En diversas ocasiones y con diversas palabras, Benedicto XVI ha manifestado su convicción de que el relativismo se ha convertido en el problema central que la fe cristiana tiene que afrontar en nuestros días. Estos mismos días ha escrito en su mensaje por la Paz en Año Nuevo: "una condición previa para la paz es el desmantelamiento de la dictadura del relativismo moral y del presupuesto de una moral totalmente autónoma, que cierra las puertas al reconocimiento de la imprescindible ley moral natural inscrita por Dios en la conciencia de cada hombre”.

A mí, personalmente, me gusta mucho esta frase que encuentro en la Encíclica de Juan Pablo II, “Evangelium vitae”, nº 28, que dice: “Estamos ante un enorme y dramático choque entre el bien y el mal, la muerte y la vida, la ‘cultura de la muerte’ y la ‘cultura de la vida”. Estamos no sólo ‘ante’ sino necesariamente ‘en medio’ de este conflicto: todos nos vemos obligados a participar, con la responsabilidad ineludible de elegir incondicionalmente a favor de la vida”.

Pedro Trevijano