Friday, February 18, 2011

RECOMENDACIONES CUIDADOS PALIATIVOS

El impulso a los cuidados paliativos y la posibilidad de que los cuidadores de un enfermo terminal disfruten de una baja laboral son algunas de las recomendaciones que la Organización Médica Colegial y la Sociedad Española de Cuidados Paliativos hacen al anunciado proyecto de ley de “muerte digna” impulsado por el Ministerio de Sanidad español.

En opinión de los médicos españoles esta ley representa una oportunidad para “impulsar la divulgación social de los cuidados paliativos y de la solidaridad con el que sufre”, porque “los cuidados paliativos no pueden considerarse como un privilegio sino como un derecho de todos los ciudadanos”.

Entre las doce recomendaciones que hacen estas dos organizaciones médicas figura que esta norma legal se denomine “Ley de calidad en la atención al final de la vida”, ya que “los términos inicialmente empleados (‘muerte digna’ y ‘morir con dignidad’) tienen significados diversos y a veces contrapuestos, lo cual puede inducir a confusión”. De hecho, organizaciones pro eutanasia los utilizan para justificar la anticipación provocada de la muerte.

Piden desarrollar los cuidados paliativos al final de la vida y que todos los médicos reciban formación de este tipo en los estudios de Medicina

Las organizaciones médicas proponen que los cuidados paliativos sean “una competencia básica de todos los profesionales sanitarios, con independencia de su especialidad”. Para ello, consideran “trascendental que la nueva ley establezca la obligatoriedad de la formación en cuidados paliativos en los estudios universitarios, impartida por profesionales con experiencia clínica en esta área asistencial”. En la actualidad, no son estudios obligatorios en las Facultades de Medicina y no todas los ofrecen.

Piden también simplificar la prescripción de fármacos derivados de la morfina para tratar el dolor. En vez de la actual “receta de estupefacientes”, que solo pueden facilitar determinados médicos, sugieren “un sistema más sencillo de registro que facilite el necesario control”.

Para que los pacientes en situación terminal puedan beneficiarse de las prestaciones de la Ley de Dependencia, solicitan un “procedimiento de acceso urgente, pero limitado en el tiempo a un máximo de seis meses”.

La nueva ley debería prever “un equivalente a la baja laboral para el familiar cuidador que facilite la atención del enfermo en el propio domicilio”. Esto supondría un ahorro económico respecto a las estancias hospitalarias, así como una mayor calidad de vida para el paciente.

Recomiendan que la ley no utilice el término “muerte digna” porque puede inducir a confusión

Al ser un derecho de todos, mantiene que la ley “debe contemplar que los niños y los adultos con enfermedades no oncológicas accedan a la medicina paliativa en las mismas condiciones que los pacientes con cáncer”.

También piden que “se garantice el acceso equitativo a unos cuidados paliativos de calidad en todas las Comunidades Autónomas”, ya que actualmente hay mucha disparidad de recursos. Igualmente recomiendan “la creación de equipos de profesionales con formación avanzada y un perfil específico para esta atención”.

Los médicos dan a entender que la nueva ley no debería significar un cambio en las normas deontológicas de la medicina. Por ello defienden que “la nueva ley debe promover el respeto de la buena práctica médica y de los códigos de deontología de las profesiones sanitarias”.

Sunday, February 06, 2011

INDIVIDUALISMO

¿Ha aumentado la indiferencia, la insensibilidad, la apatía, ante los sufrimientos y las necesidades de quienes viven cerca y de quienes viven lejos? No es fácil dar una respuesta, pues junto a personas con actitudes de individualismo encontramos a otras personas buenas, dispuestas a quebrarse la espalda y a mancharse las manos para ayudar a otros.

Pero sí podemos decir que la indiferencia avanza en el mundo, en las familias, en los corazones, cuando dejamos que el individualismo, el miedo, las prisas, la superficialidad o la avaricia entren en el alma y lleguen a convertirse en el criterio último de lo que hacemos o de lo que dejamos de hacer.

No toda inacción se produce por culpa del individualismo. Vivimos en sociedades complejas, con muchas reglas, con muchas inferencias.

Si hay un grave accidente de carretera, detenerse y atender a los heridos puede traer, sin que lo queramos, serios problemas legales. Si ha comenzado un incendio cerca de casa, muchos piensan que es más eficaz y menos peligroso llamar a los bomberos en vez de acercarse para rescatar a quien haya quedado atrapado por las llamas. Si se produce un robo, ¿no son las mismas autoridades quienes piden que no afrontemos sin armas a quien lleva un cuchillo entre sus manos?

Por múltiples causas

Pero fuera de situaciones extremas como las anteriores, puede ocurrir que la indiferencia camine a nuestro lado. Si estamos sentados en su lugar público, no reaccionamos al ver junto a nosotros a una persona mayor a la que le vendría muy bien ocupar nuestro lugar. Si nos avisan que un familiar no muy cercano ha sido ingresado en el hospital, existe el peligro de encerrarnos en la propia concha y encontrar mil excusas para no ir a visitarle, cuando realmente lo que deseamos es seguir ganando puntos en un juego electrónico o ver cómo termina un famoso culebrón televisivo.

En los ejemplos apenas mencionados somos capaces de percibir la necesidad ajena, pero la pereza y el individualismo nos hacen mirar a otro lado. La situación resulta más grave cuando no somos capaces de darnos cuenta de lo que pasa a nuestro alrededor, porque estamos absortos por los mensajes en el móvil, por el libro de lectura, por las noticias de internet o por la música que aturde nuestros oídos. Entonces ni siquiera tenemos necesidad de inventar excusas para no atender a quien lo necesita...

Es cierto que la vida moderna nos ofrece muchos estímulos y nos ata a muchas necesidades. Los progresos tecnológicos, bien usados, deberían potenciarnos, abrirnos a más opciones de bien y de solidaridad. Si, por el contrario, hemos convertido la situación de tener más en motivo para ayudar menos y para encerrarnos en nosotros mismos, ¿no significa que hemos achatado gravemente una dimensión fundamental de la vida humana?

El ejemplo y el individualismo

Cada hombre, cada mujer, existe gracias al amor y a la entrega de otros. Familiares, amigos, educadores, trabajadores en tantos lugares de la ciudad o del campo, nos ayudaron en cientos de situaciones, nos levantaron tras una caída, nos curaron, nos animaron, nos enseñaron a vivir.

El ejemplo que nos han dejado (y que nos siguen dejando tantas personas buenas) sirve de estímulo para romper el cerco del individualismo y para reconocer que estamos hechos no sólo para disfrutar de aquellas cosas que nos agradan, sino también (y quizá sobre todo) para poner nuestras cualidades, nuestras posesiones y, sobre todo, nuestro corazón y nuestro tiempo, para ayudar y servir a otros.

Primero, a los más cercanos: no hay verdadero amor si no somos capaces de dejar el sofá a otro miembro de la familia. Luego, a quienes, en la misma ciudad, o quizá incluso lejos, esperan que alguien les lleve medicinas, ropa, o simplemente les escuche un rato.

El cerco de la indiferencia, la enfermedad del individualismo, empiezan a ser derrotados si dejamos que nuestro corazón se haga magnánimo, abierto, disponible a otros. El mundo es más hermoso y habitable cuando, sinceramente, cada uno da lo mejor de sí mismo para servir a los demás.

Remitido por un lector